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Lugares imborrable de Lima



He estado varias veces en esas lindas tierras y siempre hay algo que te sorprende, incluso haciendo escala en su aeropuerto internacional. En pleno aterrizaje se puede observar el océano pacífico que golpea las riberas del Callao, que más tarde podré ver de cerca en plena ruta a mi destino en la capital. Su gente sentada a las afueras de las casas, en las esquinas, con la música como compañera y la curiosidad de ver los rostros de cada uno de los extranjeros que asoman sus cabezas desde los buses de turismo.

Recuerdos de Lima

Me detengo en un recuerdo imborrable. En mi condición de periodista deportivo en 2004 y con ocasión de la Copa América organizada por Perú, pasé tres semanas como un limeño más. A pesar que las demandas profesionales obligan a cumplir con ciertas rutinas, no dudé en conocer algo más que lo exclusivamente futbolístico.

Cómo olvidar las noches de tertulia en Barranco, donde los temas puramente peloteros, quedaban a tras mano, cuando todos los contertulios nos atropellábamos para contar primero, cuál había sido la mejor imagen captada durante la jornada. Que la Plaza Mayor con el Palacio de Gobierno de fondo, el Palacio Municipal ahí mismo, o sus policías trepados en altura dirigiendo el tránsito en las estrechas calles del centro. En fin, a cada rato y en medio del trabajo, Lima regala algo más.

Durante las tres semanas me alojé en el hotel Los Delfines, ubicado en la agradable zona de San Isidro. Cada mañana y en pleno desayuno uno podía comenzar el día junto a dos delfines, anfitriones que, de vez en cuando, hacían un espectáculo más propio del SeaWorld que el de un salón de hotel. Pero estos cetáceos le daban coherencia al nombre y ponían el toque de distinción a cada día.

Por esos días el país estaba volcado al campeonato continental y todos los peruanos hacían notar su fervor y patriotismo por su selección. Eso sí nunca traicionando su espíritu, el respeto, fraternidad y brillante educación con el extranjero.

Porque uno recuerda su arquitectura colonial, su inmensa costanera con Larcomar como polo comercial y gastronómico en el barrio de Miraflores, pero finalmente el principal testimonio que conservo de Perú es la amabilidad de su gente, a cada rato y en todo lugar.

Termino estas palabras con el apetito muy sensible, con ganas de ir por un pisco sour, un ají de gallina, un lomo saltado, una causa limeña, un fresco ceviche, en fin, mejor busco fecha para volver a Perú.