La buena muerte

“Hemos crecido entre pescados y mariscos”, recuerda Rafael sobre su niñez como uno de los 14 hijos y herederos de Minoru Kunigami, uno de los fundadores de la cocina nikkei. En La Buena Muerte de Barrios Altos -se mantiene abierto con más de 50 años- el señor Minoru le dio al cebiche una de sus características: gracias a él lo comemos al momento, fresquísimo y sin macerar. Como no le gustaba ver a sus hijos tonteando en casa los llevaba al restaurante -comenzó como una bodega- a limpiar mariscos, tomar las órdenes o ayudar en la cocina.

Rafael rememora aquellos años sentado en una de las mesas de La Buena Muerte de La Victoria. En 1993 abrieron una nueva sede en la Av. Rodolfo Beltrán para finalmente establecerse, una década después, en Santa Catalina. Él maneja este restaurante mientras sus demás hermanos están a cargo del original. ¿Qué diferencia a ambos? En este hay un toque más criollo además de unos 30 platos extra. Por ejemplo, descubrió que a sus comensales les gusta la cocina más picante por lo que en su cebiche se siente un punto más de ají.

Siempre encontraremos las especialidades de la casa (como el enrollado de pescado o kamaboko además de su singular tamal) al lado de otras propuestas como el tiradito a la crema de rocoto, la fuente de piqueo La Buena Muerte (con siete variedades de pescados y mariscos) y el sudado nikkei con miso (pasta de soya preparada en el mismo restaurante). ¿Y cómo son los encuentros familiares? “Cuando nos reunimos no hay pescado en la mesa”, comenta un divertido Rafael.