Amores que nacieron entre lecciones de cocina y que se fortalecieron al emprender un sueño en común. Cada pareja con su propia receta para el éxito. Encontramos más de una historia de amor que se ha desarrollado dentro de las cocinas peruanas. Estas son algunas de ellas.
Virgilio Martínez y Pía León – Central
El plato favorito de Virgilio es cualquiera que prepare su esposa Pía. Especialmente uno sencillo, algunos mariscos salteados con un poco de aceite y sal. Pía ama la cocina, pero ha aprendido a salir de ella para estar en contacto con los comensales de Central. También ha aprendido a controlarse. Antes, cuando su jefe (Virgilio) la cuadraba podía llegar a las lágrimas. Ahora cuando hay un desacuerdo tratan de resolverlo en su segunda casa, Central. “No podemos estar peleados más de quince minutos. Siempre alguno cede”, comentó la jefa de cocina, a finales del año pasado, antes de dar a luz al primer hijo de la pareja Cristóbal. El cocinero considera una suerte trabajar con su esposa. Les gusta y se divierten en sus proyectos. Por el momento, no se imaginan otra forma de trabajar.
Ugo y Sandra Plevisani – La Trattoria di Mambrino
A los tres meses de casados, Ugo le dijo a Sandra que había encontrado el lugar donde quería abrir el restaurante con el que siempre había soñado. En 1987 se ponían al frente de La Trattoria di Mambrino. Él dejó la televisión (seguro hay quienes recuerdan sus apariciones en el programa de Teresa Ocampo) y ella empezó a hacer de moza, cajera, lavaplatos… En fin, todo lo que necesitara el nuevo negocio. Y percató una gran ausencia: los postres. En la carta no había y decidieron apostar por unos pocos al inicio. Cada quien encontró su lugar en la cocina y han sabido expander su dinámica a La Bodeguita de la Trattoria y a Paseo Colón.
Octavio Van Praag y Mariana de la Puente – La Cosecha
Se conocieron, hace cinco años, en una hacienda en Chaclacayo. Ella quería aprender a cocinar y estaba trabajando en el restaurante vegano AlmaZen. Él, venezolano, había llegado de visita. Los unió su gusto por la cocina vegetariana. Luego de un largo viaje, decidieron poner su propio local y, a finales del año pasado, abrieron las puertas del primer restaurante orgánico de San Bartolo. Ahora, Octavio y Mariana cumplen su sueño mientras cuidan de su pequeña hija Elena.
Diego Romero y Jimena Rouillon – La Pastana
Tomaron la decisión juntos: abandonarían sus cómodos puestos en el área de márketing en una empresa grande para seguir su pasión. Se aventuraron en la cocina pues compartían el mismo amor por las pastas. Comenzaron como delivery en la terraza de una casa y siete meses después se mudaron a su propio local en Surco. Mientras Diego se enfoca más en experimentar con nuevos ingredientes, Jimena se preocupa por crear momentos especiales para sus comensales.